miércoles, 30 de diciembre de 2009

Pequeñas grandes cosas







Hola a todos.

Ahora que estoy más tranquilo y se está acabando el año, me gustaría repasar algunas de las cosas que no han pasado por este blog por diversas circunstancias y de las que sí quería acordarme para todos vosotros.

Como aquel cocido al que nos invitaron en Guadalajara y en el que estuvimos como en nuestra casa, recordando los momentos más importantes de la temporada y hablando de toros, que es, en definitiva, lo que nos gusta a los que amamos esta fiesta.

Fue muy divertido, aunque luego el atasco en Madrid nos hizo llegar un poco tarde a la presentación del apoderado en Salamanca. Estoy muy agradecido a la tertulia del cocido por acordarse de mí y tratarme tan bien.
Y que nos perdonen, que les prometimos que reflejaríamos la comida en este blog y al final, con unas cosas y otras, no lo hemos hecho hasta hoy. Bueno, nunca es tarde, ¿no?

jueves, 24 de diciembre de 2009

¡FELICES FIESTAS!


Este año toca a su fin. En él ha habido de todo, claro, pero predominan las cosas buenas sobre las menos buenas. Por eso espero que a partir de ahora cada año sea mejor que el anterior, y que todos vosotros estéis ahí para que pueda compartirlo con todos.
Y, como compruebo que no se lee muy bien lo que os pongo en la felicitación, lo transcribo: "Este no es un mensaje para la gente de la que me he acordado hoy, sino para aquéllos de los que no me quiero olvidar nunca".
FELICES FIESTAS.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Un atropello disfrazado de defensa

Esta mañana se ha producido una noticia luctuosa no sólo para el mundo del toro, sino también para la sociedad que defiende la libertad del ser humano por encima de todo. Una minoría ruidosa que ha conseguido muchos apoyos políticos a cambio (siempre presuntamente) de favores de la misma clase, ha conseguido que se admita a trámite una ley que cercena sin miramientos la libertad del individuo, que le dice qué es lo que debe y qué es lo que no debe hacer con sus aficiones, que le señala qué es lo que debe y qué es lo que no debe pensar, que le prohíbe tener un punto de vista distinto de los que han propuesto la iniciativa. A los miles de aficionados que se acercan pacífica y serenamente a la Monumental y que ya mantenían su afición casi en la clandestinidad les han dicho que a partir de ahora, si quieren disfrutar de ella, deben irse a Francia como poco. Igual que hace unas décadas los españoles debían ir a ver determinadas películas a Perpiñán. Y todo ello en nombre de los derechos de los animales, lo que me hace plantearme una serie de preguntas.
En primer lugar, no entiendo en qué estado de derecho se erige un supuesto derecho de los animales por encima de otro de los seres humanos. Y no uno cualquiera, el derecho a la Libertad, uno de los pilares básicos de nuestra Constitución que, mientras nadie diga lo contrario, también es la suya. Los que vivimos y amamos esta fiesta también vivimos y amamos al toro bravo, un animal único que sobrevive gracias a este espectáculo y a los millones de personas que viven en torno a él.
Por otra parte, y siguiendo los mismos criterios, habría que prohibir que la gente se vaya a merendar al campo, ya que allí hay hormigueros que se destrozan impunemente sin que nadie levante la voz. Además, se ahuyenta a los pájaros, que disfrutaban tranquilamente de sus "derechos" hasta que llegaron los malditos campistas. Es más, habría que exigirles responsabilidad civil a las moscas, que se acercan a la barbacoa de una forma muy molesta y no respetan nuestros derechos. Deberíamos demandarlas inmediatamente, puesto que si son sujetos de derechos, también deben serlo de obligaciones, digo yo.
Y, puestos a prohibir, prohibamos también el circo, ese espectáculo depravado y cruel en el que los niños disfrutan y son felices a base de transgredir los "derechos" de los animales. ¡Qué desfachatez, por Dios! ¡Que la gente sea feliz viendo cómo un señor asusta a los animales con un látigo! Si es que la gente tiene unas cosas...
Pero, llevando al extremo esperpéntico el hecho de coartar las libertades por el gusto de una minoría, se me ocurre que debemos prohibir los castellets, esas torres humanas que se realizan en Cataluña para las grandes celebraciones, donde siempre es un niño el que culmina el acto por encima de siete filas de señores que se sostienen unos a otros. Si seguimos los mismos criterios, ¿a nadie se le ocurre que estos señores son unos bárbaros por dejar a un crío correr ese peligro?
¡Pues claro que a nadie se le ocurre, porque es un espectáculo impresionante que a todos nos gusta ver! ¡Como lo es un natural de muñeca rota y alma desgarrada! Pero estos señores entienden que el natural es españolista, y eso no sintoniza muy bien con sus ideas. Es aquí donde está la clave del problema, y no en otra parte. Pensar en la sarta de bobadas que he soltado hace un momento es una estupidez, pero no es mucho menos ridículo admitir a trámite en un parlamento regional, el lugar donde se elaboran las leyes que todos debemos cumplir, una ley para seccionar la Libertad de un ciudadano de ir a los toros, si lo estima oportuno, y de quedarse en casa si ese espectáculo no es de su agrado. Y por eso lo que ha sucedido esta mañana en el Parlament es mucho más grave de lo que nos imaginamos...