Os prometí que os iba a dedicar más atención y que os escribiría esta semana y aquí estoy, cumpliendo lo prometido. Además, me gusta contar las cosas buenas que han pasado. Sobre todo, que he toreado dos festejos el fin de semana y, aunque ha habido también algún elemento de mala suerte, lo cierto es que me he divertido mucho toreando y me he vuelto a sentir y a confirmar que el camino que he elegido es el que más me llena.
El sábado estuvimos en Gálvez, en un pueblecito de Toledo muy acogedor y donde nos mostraron mucho cariño. Me salió un novillo muy bueno de José Manuel Escolar y lo cuajé de principio a fin. Estuve muy a gusto delante de la cara y hasta pude intentar cosas a las que le llevo tiempo dando vueltas de salón. El trabajo en el entrenamiento es muy importante, pero lo es más intentarlo delante del toro.
Y al toro lo vi en Cuéllar el domingo. El primero se había tirado un cuarto de hora pegando derrotes contra las vallas del encierro y eso se notó luego en la plaza. Mira que me puse de todas las maneras posibles, pero no hubo manera. ¡Qué sensación de frustración se te queda cuando es imposible pegarle pases a un toro!
Con el que me encontré sensacional fue con el segundo, un toro de La Gloria que tenía mucha bondad pero que andaba justito de fuerza. Tanto que Juan Luis sólo le dio un picotazo para conservarle la condición.
Con la muleta en la mano disfruté una barbaridad. Es la forma de demostrarme a mí mismo que puedo superar todas las adversidades, y que hay que sacarle faena a todos los toros posibles. Logré mantenerlo en pie y afianzarlo para ligarle luego series de mucha largura, como a mí me gustan. La pena es que lo pinché varias veces cuando le tenía cortadas las orejas, pero dejé una gran impresión y me despidieron con una ovación.
Por todo eso, me siento satisfecho del toreo que he ido mostrando, pero quiero mucho más. Salamanca está ahí, tan a la vuelta de la esquina que ya puedo olerlo, y ahí sí que no va a fallar nada. Se lo debo a mucha gente que, como vosotros, confía en mí, pero me lo debo, sobre todo, a mí mismo. Y esa es mi plaza...
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